jueves, 28 de febrero de 2013

GAP 2013

cara y gap by Juventudes Pais Azuay
cara y gap, a photo by Juventudes Pais Azuay on Flickr.

Lo que más me molesta es que alguien se llame correísta, ni yo soy correísta. Así que no hay que personalizar este proceso. En lo que sí estoy de acuerdo es en que hay que descorreizar y profundizar la Revolución Ciudadana

Atentamente .
Rafael

sábado, 23 de febrero de 2013


A diferencia de otros proyectos emancipadores y liberadores, el socialismo del Buen Vivir tiene como terreno y fin último de su acción política la defensa y el fortalecimiento de la sociedad, del trabajo y de la vida en todas sus formas. Para lograrlo, el primer paso es resolver el acceso a los bienes, a las oportunidades y a las condiciones materiales e inmateriales que garanticen −a los individuos, los colectivos y las generaciones futuras−, una forma de vida digna sin perjudicar a la naturaleza y a las especies con las cuales compartimos el planeta. Nuestro mundo es como una nave espacial, en la que contamos con recursos limitados, porque limitado es el espacio en el que compartimos la vida, y por tanto tenemos que cuidarlo. El Buen Vivir no es solo un concepto, es una realización cotidiana de los seres humanos.
El horizonte político de la Revolución Ciudadana es el socialismo del Buen Vivir que articula la lucha por la justicia social, la igualdad y la abolición de los privilegios con la construcción de una sociedad enmarcada en el respeto a la diversidad y en armonía con la naturaleza, donde todos y cada uno puedan desarrollar sus capacidades y conducir su vida de modo digno, libre y autodeterminado. Nuestro desafío fundamental es lograr la universalización de los derechos y su transformación en oportunidades y capacidades para que todos y cada uno de los habitantes del suelo ecuatoriano lleven una vida en plenitud. La autorealización y la felicidad de cada uno van de la mano de la consecución del bienestar colectivo, del mutuo reconocimiento y la solidaridad, del respeto a la dignidad de los otros y del cuidado de la Pacha Mama.
Debemos crear las condiciones para que cada uno de nosotros mejore su vida de manera
constante, sin que ello implique el deterioro de las oportunidades de los demás. Nuestra acción se dirige a la construcción de un Estado orientado al servicio del interés general, a la protección de los intereses de las grandes mayorías y con capacidad de gobernar y modificar las líneas centrales de la dominación capitalista. La acción colectiva de un Estado democrático, que requiere de la constante organización popular y cooperativa de la sociedad, permite evitar el dominio de los poderes fácticos y de los particulares intereses de los poderosos sobre el conjunto de la sociedad.
El socialismo del Buen Vivir cuestiona el patrón de acumulación hegemónico; es decir, la
forma en que las sociedades capitalistas neoliberales se organizan para producir, crecer y distribuir. Proponemos una transición hacia una sociedad en que la vida no esté al servicio del capital o de cualquier otra forma de dominación. Afirmamos, de modo radical, que la supremacía
del trabajo humano sobre el capital es innegociable y que la defenderemos en todos los espacios de la vida social en que pueda ser vulnerada. El trabajo no puede ser visto como un factor más de la producción sino como el fin mismo de la producción y la base para el despliegue de nuestros talentos. El mundo del trabajo es el espacio en que nos reconocemos como seres sociales −como compañeros, trabajadores del campo y la ciudad, empleados, profesionales, estudiantes, hombres y mujeres, que compartimos saberes y destrezas generales− y como actores creativos en constante ejercicio de nuestros derechos y libertades fundamentales. El socialismo del Buen Vivir va de la mano con la construcción de una democracia profunda que se nutre de la participación popular permanente en el proceso político y en la vida pública del país. La vida en plenitud, la vida buena, el Buen Vivir no se realizan sin el compromiso activo de la ciudadanía y de los pueblos en la resolución de los problemas comunes. La política democrática es una escuela ética y transformadora. Significa alcanzar un nuevo nivel de convivencia al interior de la ciudadaníapara reconocernos en las aspiraciones y en la lucha de los otros, y no sólo en las individuales.
Esto supone respetar la diversidad cultural, de género, étnica y etaria; lo mismo que las diferentes
opciones y vivencias sexuales y afectivas, creencias religiosas y políticas que se encuentran en nuestra sociedad. Esta posición política y democrática nos convoca a todos los ecuatorianos, mujeres y hombres, a la movilización permanente, por estos derechos generales, que van más allá de nuestras legítimas luchasparticulares.
El socialismo del Buen Vivir se identifica con la consecución del bien común y la felicidad de cada uno, que no se logra mediante la acumulación de grandes riquezas y tampoco con el consumo excesivo de bienes. Se obtiene con el máximo aprovechamiento de los talentos y de las capacidades personales y colectivas presentes al interior de un Estado democrático y de una ciudadanía activa. Se trata de un espíritu vigoroso que empuja cada uno de nuestros esfuerzos por aprender y superarnos. Está presente en el cultivo de la amistad, en el respeto, en la fraternidad, en la solidaridad, en la compañía de nuestros seres queridos y en la armonía con la naturaleza. El Buen Vivir forma parte de nuestras aspiraciones de una vida en común para alcanzar la dignidad y la felicidad que todos y todas merecemos en este planeta.
Nuestra propuesta política es la combinación de diversas maneras de ver el mundo, seamos de cualquier región o pertenezcamos a diferente pueblo o nacionalidad. Somos los actuales ecuatorianos, hombres y mujeres, indígenas, cholos, afroecuatorianos, blancos, mestizos o montubios, que ahora estamos dispuestos a convivir por el bien común, la armonía y la construcción del socialismo del Buen Vivir.
El socialismo del Buen Vivir es nuestra utopía. Nos permite no perdernos en el trayecto político. Podremos errar en ciertos medios y confundirnos en determinados fines pero no podemos perder de vista los principios que nos impulsan en la lucha por su consecución.
Afrontar el desafío de fortalecer y dar continuidad al proyecto de la Revolución Ciudadana
exige una gran claridad en los principios y valores que guían este proceso democrático.
Las orientaciones éticas y filosóficas que señalaron el camino y aseguraron la realización de la primera etapa de nuestro proyecto político continúan vigentes. Estas orientaciones cambian la idea de que el presente es una pura fatalidad histórica a la que debemos resignarnos o acostumbrarnos, como se habitúa el peatón al paisaje que observa todos los días. La negación de la posibilidad del cambio obliga al ciudadano común a ver el futuro desde el conformismo y niega así la posibilidad de construir en el presente opciones de transformación y acuerdos colectivos que permitan creer que otras formas de vida social son necesarias. Por todo esto surge la necesidad de clarificar las principales orientaciones emancipadoras para no perder de vista el camino hacia el socialismo del Buen Vivir. Hacia una sociedad radicalmente justa
Las orientaciones éticas que guían el socialismo del Buen Vivir se fijan dentro de una concepción igualitaria y democrática de la justiciaque se expresa en cuatro dimensiones:
• La Justicia social y económica como base del ejercicio de las libertades. En una sociedad justa, todas y cada una de las personas gozan del mismo acceso a los medios materiales, sociales
y culturales necesarios para llevar una vida satisfactoria. La salud, la educación y el trabajo son las bases primordiales de la justicia social. Con dichos medios, todos los hombres y mujeres podrán realizarse como seres humanos y reconocerse como iguales en sus relaciones sociales.
• La justicia democrática participativa. En una sociedad políticamente justa, toda la ciudadanía debe contar con el mismo poder para participar en el control colectivo de las decisiones políticas que afecten su destino común, lo cual implica defender los principios de igualdad política, participación y poder colectivodemocrático.
• La justicia intergeneracional. En una sociedad justa desde el punto de vista intergeneracional, los planes y las acciones que se apliquen en el presente deberán considerar necesariamente a las generaciones presentes y futuras. Esta orientación marca la responsabilidad que debemos asumir en el presente, fundamentalmente, con respecto a los impactos ambientales
y sociales que podamos ocasionar por el inadecuadouso de los recursos naturales y otras
decisiones que pongan en riesgo las bases biofísicasde nuestra reproducción.

• La justicia transnacional entiende que la patria soberana, autónoma y autodeterminada, debe relacionarse, colaborar, cooperar e integrarse con otros países y pueblos en un plano de igualdad y complementariedad, con el horizonte puesto en la generación de un Buen Vivir mundial, en paz y seguridad (ecológica, social y política). La combinación de estos principios propone
unir y dar sentido a las libertades y garantías democráticas que hoy tenemos. Somos
responsables de construir un porvenir justo y compartido.
Hacia una sociedad con trabajo liberador
y tiempo creativo El punto de partida de la libertad potencial
que genera el trabajo es que la ciudadanía tenga
la posibilidad de asegurar su propio sustento y autonomía.
Una agenda igualitaria consiste en repartir toda la carga de trabajo (asalariado, mercantil
autónomo, no mercantil doméstico y comunitario) y no solo la parte que se realiza como trabajo
asalariado. La reducción de la jornada laboral
no es solo un instrumento para una distribución más justa del trabajo asalariado, sino que puede
convertirse en la meta transformadora de una sociedad que persigue crear más tiempo disponible
para las personas, para sus actividades familiares, comunitarias y de recreación.
La sociedad debe estar centrada en el trabajo pero no asentada en la propiedad estatal de
los medios de producción, sino en un régimen
de propiedad mixto, en que coexisten la propiedad privada regulada, el patrimonio público,
las comunidades y las asociaciones colectivas
(cooperativas). Este modelo tiene la potencialidad
de asumir, como objetivo colectivo, la reproducción de la vida social y la garantía del
trabajo digno en diversas esferas de relacionamiento
social. En un sentido emancipador, se trata de transformar las relaciones sociales existentes,
de reequilibrar los tiempos sociales y de abolir la división sexual del trabajo. Con ello se busca
reducir la presión en el trabajo, sin descartar que se trata también de un espacio para el desarrollo de facultades humanas, en beneficio de otras dimensiones de la existencia social: el
ocio creador, el arte, el erotismo, el deporte, la participación democrática, la celebración festiva,
el cuidado de las personas y de la naturaleza y la participación en actividades comunitarias.
Hacia una sociedad igualitaria y equitativa
Sin una base de igualdad no hay sociedad posible. La igualdad es la condición para el mutuo reconocimiento de todos y todas. La igualdad y el reconocimiento forjan las mínimas bases de la cohesión social, sin las cuales no puede hablarse de justicia, de democracia,
ni de sociedad.
No es suficiente dar más al que menos tiene.
Se debe reducir también la distancia que separa al uno del otro. La distribución de los recursos
debe reducir las brechas entre posiciones sociales y económicas, a fin de auspiciar la integración
y la cohesión de los individuos en la sociedad.
El objetivo en la producción y distribución de bienes públicos debe ser la ampliación de
las coberturas y la mejora de la calidad en la prestación de servicios. La focalización es un criterio
para priorizar acciones ante emergencias momentáneas. Sin embargo, la universalidad solidaria es el principio rector de una estrategia económica y social igualitaria para el mediano
y largo plazo. Conceder a un grupo de personas un derecho especial o particular, puede
tener un carácter temporal para conseguir un objetivo específico, pero de ninguna manera puede convertirse en el modus operandi de la política pública. Si esto ocurriera estaríamos
considerando al “beneficiario” en una posición de subordinación e indignidad frente al resto
de la ciudadanía. Una sociedad igualitaria es una comunidad política no estratificada, en el sentido de que no genera grupos con opciones desiguales de acceso y uso de los recursos sociales. Una
sociedad de iguales no significa que todos y todas deban tener el mismo ingreso, nivel
y estilo de vida, los mismos gustos, deseos o expectativas. Supone, más bien, que toda la
ciudadanía se reconozca como parte de una comunidad política en que tienen derechos,
garantías y recursos mediante los cuales desarrollar, en similares condiciones, sus específicos proyectos de vida. Como sostuvo el Libertador Simón Bolívar: “Sin igualdad perecen todas las libertades, todos los derechos”. La igualdad como inclusión de los individuos
y colectivos en la comunidad política articula políticas distributivas y redistributivas
–todo para todos−, el combate frontal a los privilegios de todo tipo, el reconocimiento de las diferencias y el desmontaje de las jerarquías y formas de subordinación que impiden la fluidez
de las relaciones sociales. La construcción de una sociedad igualitaria no se resuelve en términos individuales sino en la modificación de las pautas distributivas generales y en la transformación de una estructura social que no habilita la movilidad y la inclusión
de las mayorías en la comunidad política.
Hacia una sociedad de plenas capacidades, emancipación y autonomía
Partimos de una máxima: el libre desarrollo de todas las mujeres y hombres es la condición
para una sociedad emancipada. La expansión de las capacidades del conjunto de la ciudadanía se convierte en una meta para que todos puedan elegir de manera autónoma sus objetivos,
sea de manera individual o asociada. La atención no debe estar centrada exclusivamente
en el acceso al bien mínimo, a tener lo más elemental para vivir. El verdadero objetivo
es el desarrollo de las capacidades fundamentales de las personas y la afirmación de las identidades que constituyen su ser. El referente debe
ser una vida digna y no una mera condición de
supervivencia. Se debe abogar, entonces, por la expansión de las capacidades en el marco del
cumplimiento de los derechos humanos y no únicamente quedarse en el acceso a simples metas de satisfacción de necesidades mínimas. El objetivo es la garantía de los derechos de la ciudadanía. Esto nos hace corresponsables del cumplimiento de los deberes con los otros, sus comunidades y la sociedad en su conjunto.
Hacia una sociedad solidaria y en común
Dignidad La construcción de la cooperación, la solidaridad
y la fraternidad es un objetivo acorde con una sociedad que quiere recuperar el carácter público y social del individuo. No se busca promover solo un desarrollo personal y egoísta, como ocurre en una sociedad de libre mercado. La fraternidad o comunidad de acción se coloca en el corazón de los proyectos democrático- republicanos. Parte del postulado humanista: “Yo te doy porque tú necesitas y no porque pueda obtener un beneficio a cambio”. Se trata de un conjunto de valores y motivaciones individuales que facilitan el desarrollo de la libertad positiva de mujeres y hombres y que legitiman el principio de la redistribución de la riqueza y la promoción de la igualdad social.
La fraternidad implica una disposición cívica: involucra el reconocimiento de las necesidades
e intereses de los otros, la aceptación de la justicia, de la ley y el respeto de las instituciones.
Esto se vuelve el fundamento de una democracia fuerte, como forma de sociedad y de gobierno, pues no acepta que persona alguna sea sometida a la voluntad de otras. Una base de fraternidad impide que los objetivos personales se vean reducidos a un mero afán de obtener réditos particulares. Ayuda a construir experiencias comunes para crear un porvenir compartido en el que nadie dependa de otro particular para vivir con dignidad. La idea intuitiva de una vida acorde con la dignidad humana sugiere que las personas no solo tienen derecho a la vida, sino a una vida compatible con la dignidad. Por lo tanto, abogamos por el reconocimiento de la misma dignidad entre todos los seres humanos. Reconocernos en común dignidad nos iguala como personas. Hacia una sociedad corresponsable y propositiva A diferencia de la responsabilidad, que es la capacidad de una persona para asumir las consecuencias de sus acciones y decisiones, la corresponsabilidad es un atributo de carácter social, con el cual los individuos o las colectividades asumen responsabilidades comunes para lograr un determinado fin o responder también a una situación específica. Desde el punto de vista positivo y constructivo, la corresponsabilidad  refleja una actitud de compromiso comunitario para alcanzar el mejoramiento de nuestras vidas. La corresponsabilidad se opone a una actitud individualista y pasiva, que solo espera el mejoramiento personal y el logro de beneficios y servicios que el Estado puede darle a un ciudadano o a un grupo minoritario.
La corresponsabilidad es una actitud social que se encuentra muy cercana a la solidaridad.
Podemos pensar en un futuro mejor para el Ecuador si es que todos los ciudadanos, hombres
y mujeres, somos corresponsables de nuestro propio destino como sociedad. No debemos esperar que el Estado y sus instituciones nos resuelvan todas nuestras necesidades.
Esto lleva a demarcar, en términos políticos, el ámbito de intervención del Estado, en los diversos
campos. Por ejemplo, en el plano social, la primera responsabilidad les corresponde a los padres y las madres. Son ellos, quienes, idealmente, deben velar por el bienestar de sus hijos.
La maternidad y la paternidad son, en primer lugar, responsabilidades individuales.
La Constitución nos garantiza derechos pero la ciudanía debe cumplir también con deberes.
La corresponsabilidad representa una actitud y capacidad colectiva para dar respuesta a situaciones que son importantes para una comunidad. Podemos ser corresponsables de situaciones beneficiosas para todos, cuando apoyamos acciones que la política pública implementa para salud, educación, saneamiento ambiental, seguridad ciudadana, prevención de desastres y atención de situaciones de emergencia, etc., en las que nuestra participación y aportes son importantes para el éxito de una gestión. Por ello decimos que la corresponsabilidad es también propositiva, porque podemos presentar propuestas, desarrollar iniciativas, generar actitudes creativas ante las situaciones que se nos presentan en la vida comunitaria.
Nuestra corresponsabilidad –entendiendo siempre como actitud y acción colectiva− también
debe estar presente cuando en ocasiones hacemos caso omiso de situaciones que lesionan
y causan daño a la vida de nuestra familia, barrio o comunidad, como pueden ser el silencio cómplice en temas de seguridad ciudadana, delincuencia o violencia intrafamiliar. La corresponsabilidad es una manera de construir una cultura ciudadana que garantice nuestros
derechos y genere una actitud colectivamente responsable para cumplir también con nuestras
obligaciones. La corresponsabilidad en política pública es determinante para generar ciudadanía. Se trata
de lograr una democracia viva e intensiva, simétrica entre los ciudadanos y su organización
política. Parte del principio de una necesaria renovación de la política, tanto desde el punto de vista individual como colectivo, y de la necesidad de incluir distintas voluntades y compromisos de la comunidad en la formulación de su destino. Nuestro Programa no se sustenta sobre un pesado estatismo. Tampoco partimos de la ingenuidad de abandonar el Estado,
por intereses particulares y corporativos bajo determinadas conveniencias, como ocurrió en el neoliberalismo. La corresponsabilidad significa encontrar el justo equilibrio entre la responsabilidad del Estado, las instituciones y los ciudadanos. Hacia una sociedad en armonía con
la naturaleza El respeto a la naturaleza supone una responsabilidad ética con las actuales y futuras
generaciones, con la gigantesca variedad de especies animales y vegetales y con los ecosistemas
que conviven en nuestro territorio. La Constitución del Ecuador garantiza los derechos de la naturaleza y un ambiente sano y sostenible. Este reconocimiento exige plantear las actividades humanas dentro de los límites biofísicos del planeta y el cuidado de los recursos
para las generaciones que vienen. El funcionamiento de la economía prioriza una gestión eco-eficiente de los recursos materiales y energéticos, mediante la aplicación de tecnologías y prácticas que posibiliten el mantenimiento de la integridad, las funciones y los servicios de los ecosistemas. El Estado asume la regulación del ordenamiento del territorio y el control de las actividades de extracción de los recursos naturales.
Esta responsabilidad puede asegurar que los impactos negativos a nivel social y ambiental
sean mínimos y permitirá que se apliquen medidas de restauración de las condiciones ecológicas del entorno afectado. El bioconocimiento y la valoración de los servicios ecosistémicos articulan el patrimonio natural con el talento humano, la investigación, la tecnología y la innovación. Este enfoque representa una enorme oportunidad para diversificar la matriz productiva del país Hacia una sociedad de los bienes y derechos comunes
El Ecuador impulsa una posición nacional en materia de los bienes comunes globales.
Ésta implica el derecho humano al agua, los derechos de la naturaleza, y los principios de responsabilidades comunes pero diferenciadas frente al cambio climático. La preservación de los bienes y derechos comunes es el punto de partida para la obtención del bienestar general y, por tanto, para el mejoramiento de las condiciones de vida de los seres humanos. Es el resultado de una voluntad política colectiva. Los bienes comunes son aquellos que pertenecen a todo el mundo en el presente y en el futuro. Los bienes públicos son aquellos a los que todo el mundo debe tener derecho aquí y ahora. Lo común es de todos y lo público es para todos. La idea del bien común propone no sacrificar el futuro para alimentar el presente, la idea del bien público añade a esto que no se puede preservar el futuro sacrificando el presente. Estos conceptos van en contra del “todomercado” que ataca la existencia de bienes comunes indivisibles, inalienables, inajenables e incondicionalmente accesibles y utilizables por todos y todas. De la edificación y protección de los bienes comunes, se deriva una nueva visión de la sociedad en la que el ser humano pasa a ocupar un lugar central en la visión normativa de la economía. Es priorizar la lógica del valor
de uso sobre el valor de cambio, así como la lógica de la no-acumulación en contra de la pura
lógica capitalista del lucro incesante. La idea de lo común es el reconocimiento de la imposibilidad de reproducir lo social y el Buen Vivir en sociedad, sin la participación horizontal de todas las formas de existencia social en un proyecto de máxima igualdad, máximo reconocimiento
y máxima cooperación productiva. Hacia una sociedad pluralista, participativa y autodeterminada
Un Estado efectivamente democrático requiere instituciones políticas y modos de gobierno
públicos. Estas deben sostenerse mediante una estructura de representación política pluralista y la apertura de espacios de participación ciudadana para acrecentar su poder de incidencia pública, sus capacidades de auto-gobierno y de organización social autónoma.
El gobierno democrático participativo entraña la presencia de una ciudadanía activa y
de fuertes movimientos sociales que trabajen en redes abiertas con los agentes estatales,
para tratar cuestiones locales y temas nacionales. También es necesario institucionalizar múltiples espacios de participación a fin de que la ciudadanía gane capacidad de influencia y de control sobre las decisiones políticas. La innovación institucional participativa democratiza
la gestión pública y la vuelve más eficiente, por cuanto se sustenta en las demandas
y en la información producida colectivamente durante el diálogo público entre la sociedad y
el Estado. En la medida en que dicha participación logra activar el interés y el protagonismo
de los sectores más desfavorecidos, tiene además consecuencias concretas en una redistribución más justa de la riqueza social.
Las bases sociales de la democracia participativa apuntan alcanzar un tipo de igualdad sustantiva que posibilita la reciprocidad entre sus miembros. Ello permite integrar a los diferentes actores en un proceso de diálogo, en el que intereses y objetivos en conflicto se evalúan
y jerarquizan de acuerdo a un conjunto de criterios definidos públicamente y entre iguales.
Hacia la soberanía y la integración de los pueblos
Bajo los principios de la libertad, la soberanía y la autodeterminación de los estados nacionales,
la consecución de un nuevo orden internacional debe fomentar la construcción de
un mundo multipolar, las relaciones pacíficas entre los pueblos y el bienestar general de la humanidad. La Revolución Ciudadana promueve la conformación de un orden global multipolar con la participación activa de bloques económicos y políticos regionales, y el fortalecimiento de
las relaciones horizontales para la construcción de un mundo justo, democrático, diverso e
intercultural. La multipolaridad de las relaciones internacionales supone democratizar las
instituciones de la gobernanza global, a fin de re-equilibrar el poder de los centros hegemónicos
del globo con los intereses de todas las naciones y reconstruir un escenario en que las
organizaciones internacionales se pongan al servicio de los pueblos y no de los poderes de
las potencias económicas y militares. También propugna la solución pacífica de
las controversias y los conflictos internacionales. Promueve la paz y el desarme universal, defiende
el principio de ciudadanía universal, la libre movilidad de todos los habitantes del planeta y
el progresivo fin de la condición de extranjero.
La integración de los pueblos del Sur del globo, de las naciones latinoamericanas y de
otros bloques regionales, aparece como condición clave para avanzar en un nuevo balance
del poder global que haga un efectivo contrapeso a los intereses de las grandes potencias.
Esto permitirá ampliar la agenda internacional hacia cuestiones hasta ahora relegadas a un
segundo plano en los foros internacionales (descolonización, cambio climático, ciudadanía
universal, etc.). La Revolución Ciudadana impulsa la integración, política, cultural y económica de la región andina, de América del Sur y de Latinoamérica, para favorecer la consolidación de organizaciones de carácter supranacional conformados por los estados de América Latina y del Caribe, así como la suscripción de tratados y otros instrumentos integrales de integración regional.
Fomenta un nuevo sistema de comercio e inversión entre los estados que se sustente en la justicia y la solidaridad. Hacia un Estado democrático, plurinacional y laico La visión de un Estado plurinacional, megadiverso y plural, busca la descolonización del Estado, el reconocimiento político de la diversidad étnica, regional y sexual, y promueve una sociedad identificada con los sentidos de lealtad y pertenencia a la comunidad política. La figura del ciudadano como titular de unos

La transición para la gran transformación: acabar con el Estado burgués Somos revolucionarios y queremos lograr los cambios sociales lo más rápido posible. Todo proceso social tiene sus ritmos y cadencias. Tampoco podemos aislarnos de los contextos internacionales y regionales que nos marcan las pautas políticas y económicas. La Revolución Ciudadana ha propuesto un cambio de paradigma que no solo busca dejar atrás las miradas convencionales asociadas con el capitalismo, sino construir una sociedad que tenga como eje la garantía de las condiciones de vida de los seres humanos y de la naturaleza: la sociedad del “Buen Vivir” o “Sumak Kawsay”, que se identifica con
la realización de las facultades de cada uno, la reproducción indefinida de las culturas humanas y la armonía con la naturaleza. Vamos a lograr una transición para la gran transformación: edificar un Estado popular, de todos, que desintegre las viejas estructuras heredadas del Estado burgués, de unos pocos. Las transformaciones no solamente se resuelven desde lo técnico, sino y sobre todo desde la política. Esto conlleva modificar las relaciones de poder.
En estos seis años de gobierno hemos dirigido nuestra acción a enfrentar las estructuras de poder enraizadas en la sociedad a las que nadie se atrevió a subvertir: los grandes medios de comunicación que ponían o desestabilizaban gobiernos, el poder omnímodo de ciertos banqueros, la relación sumisa con las empresas transnacionales y los organismos internacionales de crédito.
Por esto es tan importante construir un Estado que nos represente a todas y todos, donde la organización popular sea la fuerza motriz fundamental. derechos exigibles, únicamente en términos individuales, se une a una noción de derechos
de titularidad colectiva: lenguaje, cultura, justicia y territorio. Tal diversidad es reflejada institucionalmente mediante una arquitectura estatal de carácter flexible, donde la descentralización, la autonomía y otras circunscripciones territoriales especiales pasan al primer plano. El reconocimiento de la diferencia en la igualdad abre el espacio para políticas específicas de discriminación afirmativa, que asegure la reparación de las ventajas históricas de ciertos grupos, y proponga oportunidades igualitarias para todas y todos los ecuatorianos. En una sociedad radicalmente democrática, la cultura debe ser concebida y experimentada
como una actividad simbólica, que da libre cauce a la expresividad y capacidad de reflexión
crítica de las personas. El Estado debe garantizar la actividad cultural como un bien público.
La interculturalidad juega un papel fundamental en este desafío por la igualdad, el Sumak
Kawsay o el Buen Vivir, porque para Vivir Bien debemos aprender a convivir entre distintos,
partiendo de que tenemos los mismos derechos y responsabilidades reconociéndonos como diferentes, cada uno con un origen, unas prácticas, costumbres, conocimientos y saberes.
Por eso creemos que el Diálogo de Saberes contribuye a la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Este busca la revitalización, promoción y protección de los saberes ancestrales,
conocimientos tradicionales y locales para incorporarlos a la cultura científica en el
marco del respeto al ambiente, la naturaleza, la vida, las culturas y la soberanía para la consecución del Buen Vivir. La defensa de la laicidad del Estado es una condición sine qua non para garantizar la plena libertad de conciencia y el pluralismo social en todas sus expresiones. Reafirmamos la necesaria separación entre el Estado y las iglesias, a partir de una clara distinción entre la esfera de lo público, que concierne a todos y a cada uno de los ciudadanos –independientemente de sus orientaciones en materia de conciencia–, y la esfera de lo privado, donde tienen lugar las creencias particulares. Los poderes públicos deberán proteger la libertad religiosa y de culto, entendida como un aspecto del derecho
a la libre conciencia y sin ninguna clase de discriminación. Tenemos derecho a tomar decisiones libres, informadas, voluntarias y responsables sobre nuestra sexualidad, nuestra vida y orientación sexual, en el contexto de un Estado laico que garantice el anti dogmatismo y el respeto, para beneficiarnos del progreso científico y del acceso a una información y educación libre y sin prejuicios. Para consolidar estos principios necesitamos
realizar una transformación del Estado, las instituciones y de la sociedad.mEl nuevo paradigma, además de establecer una serie de principios y pautas de interacciónmsocial, busca alternativas de acumulación, redistribuciónmy regulación y nuevas formas de coordinación democrática de la sociedad. ElmGobierno de la Revolución Ciudadana es consciente de los “tiempos” involucrados en unadinámica de cambio. Sería pretencioso e ingenuo postular que de la noche a la mañana sempuede modificar el modo de producción, la forma de acumulación y el consumo. Ello no significa abandonar el terreno político de la gran transformación social sino afrontarlo de modo
estratégico y sin veleidades ideológicas. La transición del capitalismo hacia el régimen del Buen Vivir implica también el manejo de la sostenibilidad ambiental del planeta. La disputa por salir del capitalismo y construir otro orden está asociada, entre otras razones, a los límites biofísicos (materiales, de espacio y tiempo) que las economías se impongan. La economía capitalista es una economía ficticia porque basa su construcción en el dinero, un ente artificial, lo cual potencia su desconexión con el mundo real. Sin perder de vista el horizonte de la gran transformación, una izquierda no demagógicadebe plantear estrategias viables en el tiempo, considerando sobre todo de dónde se parte y cuál es el poder real que tiene el Estado en el ámbito nacional y en el concierto del sistema global. En el caso ecuatoriano, cabe reconocer los límites estructurales de una economía sin moneda propia, que depende en gran parte del sector primario-exportador, que genera poco valor agregado y que carece de real influencia en el concierto internacional. La procura del Buen Vivir requiere políticas y programas que desestructuren las bases de una matriz productiva ya dada, que abra las posibilidades para la diversificación de la economía, logre la reactivación de las fuerzas productivas locales y la generación de empleo digno, para reforzar
el carácter democrático del Estado. Allí radica el núcleo central de un programa serio y viable de
transformación estructural de la sociedad.El cambio de la matriz productiva Cambiar la matriz productiva significa transformar la estructura económica del país; es decir, transformar aquellas relaciones entre los actores sociales que producen bienes y servicios en los cuales están presentes los recursos tangibles (naturaleza) e intangibles (conocimiento). La Revolución Ciudadana ha recuperado el Estado de las manos de los intereses particulares para cambiar la matriz productiva
primario-exportadora, monopolista, desigual y dependiente, en una matriz equitativa, emancipadora y soberana, generadora de productos con valor agregado. Para entender este proceso debemos partir de dónde venimos, cuál ha sido nuestra estrategia durante estos seis años, qué hemos logrado, y qué debemos hacer para profundizar en cambio en los próximos años.
¿De dónde venimos? Una matriz primarioexportadora, explotación y dependencia A pesar de que la ideología neoliberal se ha encargado de convertir el “proteccionismo” en una mala palabra, la realidad histórica devela que son solo aquellos estados que han protegido e invertido estratégicamente en el desarrollo de su industria nacional y su soberanía los que han logrado generar en sus países la riqueza y el trabajo necesarios para asegurar el bienestar de sus pueblos. Eloy Alfaro ya enfatizó, en el contexto de su época, este hecho. Antes de él, estadistas como Alexander Hamilton y Ulysses Grant en Estados Unidos, y Robert Walpole en Inglaterra, ya habían reconocido la importancia de realizar inversiones en sus industrias nacientes, protegiéndolas con políticas comerciales específicas. A fines del siglo XIX, Grant declaró que Estados Unidos imitaría el modelo proteccionista inglés: “dentro de 200 años, cuando América haya obtenido del proteccionismo todo lo que éste puede ofrecer, también adoptará el modelo de libre comercio.”
En efecto, la mayoría de países industrializados siguen practicando hasta el presente una política mixta que combina protección de las industrias y del sector agrícola, y “libre comercio” para el resto del mundo. Fueron establecidas economías protegidas hacia adentro, políticas dirigidas hacia la extracción “libre” de las materias primas de los países del Sur global, y que además promovieron el ingreso “libre” de sus inversionistas predatorios y monopolistas a nuestros países. Esta doble moral de la política comercial de los países del Norte, con sus lógicas imperiales de coerción, ha impuesto a nivel global una división internacional del trabajo que obliga a los países del Sur a producir materias primas baratas para los países del Norte. Mientras que el
Sur se ve obligado a comprar sus productos industrializados, sus bienes de capital y consumo, con alto valor agregado y, por ende, mucho más costosos. Este es el patrón de intercambio desigual
que domina las relaciones internacionales. Sin embargo, no podemos caer en una postura
ociosa de víctimas. Tenemos que reconocer que el Norte no hubiera podido establecer
este patrón global de desigualdad si no hubiera contado, desde los tiempos de la colonia, con
el apoyo de las élites nacionales de nuestros países; es decir, de una burguesía exportadora
y un Estado servil a esos grandes intereses. Nuestra burguesía primario-exportadora,
históricamente, se sirvió del Estado para mantener una estructura productiva ociosa que solo
protegía sus intereses particulares. Se trató de una política entreguista en la que el Estado cedía a cualquier presión de las grandes potencias, a cambio de que estas compraran nuestros bananos, camarones, cacao, atún, flores y petróleo, sin imponernos grandes barreras para
la exportación. El resultado de esta política para nuestro país y los pueblos del Sur ha sido una inercia productiva y una profundización de las desigualdades. Por una parte, los sectores exportadores se enriquecen, gozan de bienestar y consumen bienes suntuarios importados desde
el Norte. Por otra parte, se precariza el trabajo para lograr menores precios y mayor competitividad en los mercados del Norte, lo cual obliga a todos los países del Sur a continuar con la misma dinámica, compitiendo entre sí para asegurarse un espacio en los mercados. El conjunto
de la sociedad sufre las consecuencias de la permanente transferencia de nuestra riqueza hacia
el Norte. La inercia de la importación de sus productos industrializados impide el desarrollo
de nuestras fuerzas productivas y reproduce la dependencia de los mercados hegemónicos.
En América Latina y en el Ecuador el periodo neoliberal agudizó este patrón de especialización.
Los experimentos de industrialización de los años 70 fueron destrozados con el desmantelamiento del Estado y la aplicación de políticas de apertura comercial y ajuste estructural establecidas por el Consenso de Washington. Con la adopción del dólar de los Estados Unidos como moneda de curso legal a inicios de 2000, en el contexto de la más profunda crisis financiera y económica de la historia nacional, se condicionó la sostenibilidad del sistema monetario a los flujos de divisas que llegan al país, que por las propias características del comercio exterior, resultan dependientes de factores exógenos inestables y ajenos al control local. Frente a este patrón de especialización, con sus perversas consecuencias sociales de inercia productiva, explotación y pobreza, es imprescindible avanzar hacia una transformación de la matriz productiva en que confluyan nuevas políticas para el estímulo de la producción local, la diversificación de la economía y una inserción inteligente en la economía mundial. Se trata de construir una sociedad no solo de mayor riqueza sino con capacidad de innovación. La propuesta de un cambio en la matriz productiva implica una ruptura con el pasado colonial, la dominación terrateniente, el país del gran cacao, la república bananera y el proyecto neoliberal. La transición procura romper la inercia primario-exportadora para valorar nuestras capacidades de trabajo, al crear innovación e ingenio y considerar que nuestros recursos naturales son finitos. Del éxito que tengamos en este proceso de transición depende el Buen Vivir de nuestros pueblos durante ésta y las próximas generaciones. El cambio de rumbo: las bases de la transformación productiva Desde el año 2007 estamos consolidando el Estado democrático para el Buen Vivir. Un elemento central de esta estrategia ha sido la recuperación del Estado como ente planificador y catalizador de la transformación. La nueva planificación pública ha delineado ya ciertas estrategias, de mediano y largo plazo, para la transformación de la estructura productiva. Se trata de implementar un conjunto de políticas, con enfoque territorial, que modifiquen los esquemas de acumulación, distribución y redistribución, a fin de dinamizar las fuerzas productivas locales y fortalecer la economía nacional. La planificación de la inversión pública, los incentivos tributarios para la producción, el desarrollo de una economía del conocimiento y el crédito productivo aparecen, entre otros, como mecanismos fundamentales para estimular el crecimiento de nuevos sectores de la economía, democratizar el acceso a los medios de producción, crear las condiciones para incrementar
productividad y generar empleo de calidad. De modo más integral se han delineado los componentes básicos de la estrategia de cambio productivo. Un primer punto fundamental es la acumulación para la transición y la profundización de la redistribución. Mediante un proceso de sustitución selectiva de importaciones,
del impulso al sector turístico y de inversión pública estratégica, que fomente la productividad
sistémica, se deben sentar las bases para construir la industria nacional y producir cambios sustanciales en la matriz energética, que son los motores de la generación de riqueza.
La transferencia tecnológica, la inversión pública para la formación de las capacidades humanas −especialmente en ciencias básicas y biodisciplinas−, y el fortalecimiento de las
condiciones para el ecoturismo comunitario son prioritarios en este nivel. De igual modo, la protección a sectores generadores e intensivos en trabajo y empleo aparece como un elemento clave de la estrategia productiva. Con igual prioridad, deben promoverse las iniciativas provenientes de la economía popular y solidaria,
y de los sectores que sostienen la soberanía alimentaria del país, y en general, del tejido económico que permite la satisfacción de las necesidades básicas de la ciudadanía.
Otro componente clave de la reconfiguración productiva en el Ecuador del siglo XXI, es
incremento del peso relativo de la nueva industria nacional frente a aquella de base primaria,
y consolidar un superávit energético, principalmente mediante la producción y el consumo
de energía limpia. La diversificación y sustitución de exportaciones aparece como la consecuencia de mayor peso de la industria nacional en el conjunto de la economía. Se espera que aquella satisfaga la demanda interna y genere excedentes para la exportación. La estrategia busca sustituir exportaciones primarias por las de bienes con mayor valor agregado y no exclusivamente dependientes del sector extractivo. En el mediano plazo, el peso relativo de la industria nacional sería igual al peso relativo de los bienes primarios (exportables) en el conjunto de la economía.
La inversión en ciencia y tecnología deberá impulsar la innovación productiva en aspectos relacionados con la promoción de la industria nacional y la sustitución de las importaciones. El despegue de los bio-servicios y su aplicación tecnológica está en el horizonte de largo plazo de este cambio de la matriz productiva.  En el ciclo 2007-2012, el gobierno de la Revolución Ciudadana ha realizado avances significativos.
Se ha dado énfasis a la construcción de un marco normativo y una institucionalidad funcional a la estrategia de cambio en que destaca la ubicación de los sectores de electricidad, agua, hidrocarburos y minas, y telecomunicaciones como campos estratégicos para la innovación. Para asegurar el manejo adecuado de estos sectores se creó en 2008 un Ministerio
Coordinador de Sectores Estratégicos para proponer, ejecutar, articular, supervisar y evaluar las políticas, proyectos, planes y acciones intersectoriales, que coordine la gestión de los
Ministerios de Recursos Naturales no Renovables, de Electricidad y Energía Renovable, de
Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (MINTEL), de la Secretaría Nacional del Agua (SENAGUA), Petroecuador y Centro Nacional de Control de Energía (CENACE).
Esta nueva institucionalidad se articula a un conjunto de avances normativos que, entre otros logros, han permitido la recuperación soberana del uso de los recursos petroleros para la inversión nacional, la reversión de las concesiones mineras, y la fijación de procedimientos para la constitución de empresas públicas que gestionen los sectores estratégicos. El Código Orgánico de la Producción, aprobado en diciembre de 2010, estableció una serie de incentivos para la producción que privilegia a las pequeñas y medianas empresas, motiva la inversión en zonas deprimidas, establece una clara normativa para la seguridad de las inversiones y fija la figura del salario digno −que trasciende el llamado “salario mínimo”− para los trabajadores. Esta última iniciativa se suma a la eliminación de la tercerización y a la obligación de los empleadores a afiliar a la seguridad social a sus trabajadores en relación de dependencia. Este conjunto de medidas busca eliminar la precarización laboral. Con el fin de apoyar la economía popular y solidaria, en 2011 se aprobó también la Ley Orgánica de Economía Popular y Solidaria (LOEPS). Esta crea el Fondo de Liquidez del Sector Financiero Popular y Solidario, el Comité Interinstitucional como ente rector y su superintendencia, como organismo técnico. La LOEPS cristaliza los lineamientos de la Constitución donde el sector llamado “popular y solidario” (cooperativo, asociativo y comunitario) tiene un papel privilegiado dentro de la pluralidad de actores que se reconocen como parte del conjunto de la economía. Por medio de la regulación y la creación de este marco institucional, la LOEPS presta legitimidad y apoyo a las tres formas de organización económica de su sector. Pese a la férrea oposición de la burguesía, en 2011 logramos también establecer Ley Orgánica de Regulación y Control de Poder de Mercado. La ley protege a la ciudadanía y a los pequeños productores de las conductas abusivas de los productores monopólicos, como la fijación de precios excesivamente altos, la competencia desleal y la generación de barreras que imposibilitan el ingreso de nuevos productores. Al controlar el abuso de poder de mercado, la Ley busca aportar a la creación de un sistema económico eficiente, inclusivo e igualitario. Más allá de los avances normativos, la apertura del cambio de la matriz productiva ha sido apuntalada por la ingente inversión en la matriz energética e infraestructura de transporte y telecomunicaciones. Ello aparece como un
elemento capital para el dinamismo de la economía (productividad y competitividad) y la integración social de la nación. Hemos invertido en carreteras e infraestructura portuaria, lo cual ha permitido la reducción en los tiempos de la transportación. La inversión en infraestructura se ha dirigido estratégicamente a la promoción de una estructura territorial policéntrica, articulando movilidad, transporte y logística con las agendas productivas territoriales. Entre otros logros, se han invertido US$ 359 millones en la construcción de puentes; se ha ejecutado una rehabilitación vial agresiva y se han construido y remodelado varios aeropuertos en ubicaciones clave, para mejorar la conectividad y la integración estratégica del Ecuador en el mundo. Hemos procedido de igual modo en las telecomunicaciones, implementando una mayor cobertura de banda ancha y ampliando la red de comunicación por internet de menor costo. Hemos reducido, además, los costos en la generación de electricidad. Contamos ahora con una justicia más eficiente pues se han reducido los tiempos en los trámites judiciales. Fortalecimos además las políticas para la seguridad ciudadana que ha permitido un mayor incremento en la inversión turística. Todas estas realizaciones afirman el compromiso político del gobierno con la gran transformación que ahora proponemos. En aras de la soberanía y la acumulación para la transformación hemos invertido en el campo de la refinación petrolera, apuntando hacia un cambio de matriz energética; hemos impulsado también proyectos históricos como la Hidroeléctrica Coca-Codo-Sinclair, el proyecto Toachi-Pilatón, el Proyecto Multipropósito Baba y la Central Hidroeléctrica Mazar, que son proyectos de gran envergadura que fueron abandonado por décadas y retomado por el Gobierno de la Revolución Ciudadana. Desde la política comercial, hemos diversificado nuestros destinos de exportación y establecido relaciones con nuevos socios comerciales, abriendo oficinas en un mayor número de países, afianzando de esta manera vínculos entre los países del Sur. En reiteradas ocasiones nos hemos negado a aceptar Tratados de Libre Comercio (TLC) que atentan contra nuestra soberanía económica, nuestra soberanía alimentaria y nuestras posibilidades de avanzar en la transformación de la matriz productiva. Para asegurar una postura soberana en el ámbito comercial hemos elaborado un modelo de “Acuerdo Comercial para el Desarrollo”, que orienta nuestra política comercial hacia el establecimiento de relaciones de complementariedad, solidaridad y comercio justo, en lugar de poner el acento en la mal llamada “libre” competencia. Finalmente, la inversión social estratégica para el cambio de la matriz productiva ha sido uno de los logros más trascendentes de la Revolución Ciudadana. La política de becas del gobierno nacional ha permitido que miles de ecuatorianos y ecuatorianas estudien en las mejores universidades del mundo en la perspectiva de contar con los talentos individuales necesarios para la diversificación de la economía. Hemos impulsado igualmente una estrategia integral de la transformación de la educación superior para apuntalar universidades de calidad y excelencia como parte de la construcción soberana de conocimiento crítico y aplicado. Las apuestas estratégicas Es imposible negar el cambio de rumbo que hemos dado en los últimos seis años. Mediante la transformación del Estado, las reformas normativas, la inversión estratégica en infraestructura y educación, y la reorientación de la política comercial, hemos sentado las bases para el cambio de la matriz productiva. Debemos concretar la sustitución selectiva de importaciones. Se trata de producir localmente bienes y servicios que en la actualidad importamos y que son necesarios para cubrir las necesidades de una vida digna. Hemos avanzado en la planificación de este proceso y en el establecimiento de las condiciones estructurales para impulsarlo. Igualmente, debemos dar mayor peso a la diversificación de las exportaciones y la mejora de la calidad y la competitividad de nuestros productos, incorporando mayor valor agregado para su colocación en los mercados internacionales. Se evalúan efectos competitivos logísticos y condiciones específicas para diversificar destinos y aprovechar mejor las oportunidades.
El cambio de la matriz productiva significa potenciar y fortalecer a los sectores productivos
en los cuales ya tenemos grandes ventajas competitivas (turismo, calzado, textiles, agricultura,
etc.), mediante la incorporación de conocimiento, ciencia y tecnología, así como también del desarrollo de nuevas industrias estratégicas como son la refinación, los astilleros, la petroquímica, la metalurgia y la siderurgia. El apoyo a la economía social y solidaria es un componente importante para lograr este cambio.
La diversificación de la producción minimiza la dependencia comercial Con el despegue la de Ciudad del Conocimiento (Yachay) y su articulación a nuestros centros de investigación, debemos comenzar a formar las capacidades para el cambio de la matriz productiva, planificando el desarrollo de bioconocimientos, bioservicios y su aplicación tecnológica. La investigación y la transferencia tecnológica serán centrales en este proceso. Sin la economía del conocimiento no hay cambio posible de la matriz productiva. La educación superior, la innovación científica y tecnológica y la formación de talentos es clave en este momento de despegue de la estrategia de cambio productivo. No contar con capacidades locales e innovación para el impulso de dicha sustitución, quedaría en una simple proclama voluntarista.
La nueva matriz articula al sector productivo con una verdadera economía del conocimiento,
que pone a la educación, la ciencia y la tecnología en el centro el desarrollo de la institucionalidad.
La transición productiva requiere una fuerte inversión pública en la universidad y una gran transformación cualitativa en el campo de la investigación, la ciencia y el desarrollo tecnológico a nivel nacional. Esto implica la participación de un sector privado emprendedor, propositivo, creativo y con una visión de progreso colectivo. Este conjunto de cambios deberá articularse cada vez con mayor fuerza al proceso de integración regional con una estrategia productiva y comercial orientada hacia la consolidación del comercio justo y solidario con los países de la UNASUR y ALBA. Dentro de este proceso, deberemos apoyar la conexión entre nuestros países mediante el desarrollo de iniciativas como la red ferroviaria y de otros circuitos para la integración del espacio regional. La construcción de esta nueva lógica interna, el fortalecimiento del proceso de acumulación propia, exige una articulación armónica desde dentro hacia fuera. Ello se traduce en la articulación de otra forma de participación nacional en el contexto internacional y en la construcción de una dinámica alterna de inserción mundial, sincronizada con las necesidades locales y adecuadas al mercado global.
Como parte del ciclo económico, y en el marco de nuestra preocupación social y ambiental,
Impulsaremos también políticas activas en torno al consumo. Es urgente la generalización de patrones de consumo responsables para fortalecer la soberanía alimentaria y el apoyo a la economía endógena para el Buen Vivir.
En suma, nuestro programa de gobierno prioriza un nuevo perfil de especialización productiva.
Esta propuesta se orienta hacia una economía post extractivista que no sea dependiente de la exportación de bienes primarios, ni de la explotación de una mano de obra poco calificada, y que además tenga un menor impacto ambiental. Con el cambio de la matriz productiva el país generará mayores riquezas, garantizará un trabajo digno para todas y todos
y dejará atrás su situación de dependencia de las fluctuaciones de la demanda internacional de bienes primarios. Construir un Estado democrático del Buen Vivir desde los territorios El Estado ecuatoriano permaneció en construcción desde el inicio de la República en 1830. Algunos momentos importantes en su consolidación no han bastado para terminar de estructurarlo. Los valiosos y diferenciados aportes de García Moreno, Eloy Alfaro, Isidro Ayora y el gobierno militar de Rodríguez Lara fueron momentos emblemáticos en la construcción de nuestro Estado nacional.
Sin embargo, entre 1996 y 2006 el país vivió su peor crisis política-institucional: ningún presidente electo en esta década pudo terminar su período de mandato, el desprestigio de la clase política se profundizó y la legitimidad institucional llegó a su nivel más crítico. La revuelta de 2005, cuyo grito de guerra fue “que se vayan todos”, expresaba el profundo malestar popular con toda la estructura de representación política y la necesidad de una reforma radical de las instituciones y la clase política.
En el año 2006 empezamos a recuperar la Patria. La propuesta de transformación que la
Revolución Ciudadana hizo al país tuvo como eje central la revolución política constitucional.
La convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente fue la consigna y el fundamento para transformar el escenario político del Ecuador. El 82% de los ecuatorianos, hombres y mujeres, se pronunció a favor de la instalación de una Asamblea de plenos poderes para rediseñar el
Estado y superar la crisis. En ese momento el eje central de nuestro proyecto fue la recuperación y la transformación del Estado. Lideramos entonces una revolución normativa con la promulgación de la Constitución y, en lo posterior, con la aprobación de más de un centenar de leyes para que
operara el nuevo marco constitucional. Seis años más tarde hemos recuperado la autoridad pública, las facultades estatales para proteger el bien común e incorporar las demandas de las grandes mayorías, y hemos impulsado la descentralización y la desconcentración como nunca antes hiciera la vieja clase política. La recuperación del sentido y el valor de lo público es el fundamento de la transformación del Estado. Bajo este marco, un nuevo período de gobierno nos avoca a terminar de desmantelar el Estado burgués en procura de un Estado democrático y ciudadano para el Buen Vivir. Un nuevo período nos obliga a una mayor claridad programática en el ámbito político; vamos a radicalizar las transformaciones estatales para profundizarlas, ampliarlas o corregirlas, pero sobre todo, vamos a hacerlas irreversibles. Tal vez uno de los procesos más innovadores y revolucionarios dentro de la transformación y consolidación del Estado ecuatoriano ha sido su reorganización territorial. Esta reorganización ha tenido como objetivos la construcción de equidad y cohesión territorial. La ruptura con el centralismo (y el bi-centralismo) acerca al Estado y a los servicios públicos a la ciudadanía. Llevamos adelante dos procesos fundamentales: la desconcentración y la descentralización. Ambos procesos conducen a entregar poder a los territorios para dar respuesta a las necesidades de la población y procesar las demandas ciudadanas allí donde se generan. Con la desconcentración hemos quebrado el centralismo de los ministerios y hemos potenciado sus unidades territoriales, y con la descentralización hemos fortalecido un Estado integrado y compuesto por todos los niveles de Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD).
En la desconcentración los avances son notables y los retos para un nuevo período de gobierno son profundamente motivadores. La definición de nueve zonas de planificación y desconcentración −incluidas las ciudades de Quito y Guayaquil por ser ciudades región en sí mismas− terminó con el desorden de gestión territorial de todos los ministerios. Al inicio del gobierno, en el año 2007, ningún ministerio compartía la misma estructura territorial para su gestión. La desconcentración permitió definir agendas de trabajo zonal de acuerdo con las vocaciones productivas de los territorios, sus dinámicas reales y potencialidades. Hoy contamos con una estrategia territorial y 7 agendas zonales que proponen la equidad territorial y el alcance
del Buen Vivir en todo el espacio nacional. La desconcentración no solo ha sido útil para afinar la planificación territorial; su mayor potencialidad es permitir que el Estado y sus servicios se encuentren más cercanos a la ciudadanía local. La definición de 140 distritos y 1.134 circuitos, a nivel nacional, ha sido y es fundamental. Avanzar y consolidar con este proceso es uno de los retos fundamentales del nuevo período de gobierno.
Los distritos son unidades básicas de planificación y prestación de servicios públicos. Coinciden con un cantón o con una unión de cantones. Cada distrito tiene un promedio de 90.000 habitantes. No obstante, para cantones cuya población es muy alta —como Quito, Guayaquil, Cuenca, Ambato y Santo Domingo de los Tsáchilas— se establecen varios distritos en su interior. Los circuitos son las localidades más pequeñas donde se prestan el conjunto de servicios públicos de calidad. Coinciden con una parroquia o un conjunto de parroquias y tienen un promedio de 11.000 habitantes. Estas unidades de planificación y desconcentración de servicios son fundamentales para que el Estado no sea una construcción elitista, oligárquica y centralista. La capacidad de procesar las demandas populares está atada al anclaje de la provisión de servicios públicos en el territorio. Desde estos niveles de organización territorial se alcanzará una oferta ideal de servicios en cada localidad, sustentando un Estado planificado, desconcentrado, articulado, equitativo, con mayor cobertura y calidad de servicios públicos. Esto no es una herramienta tecnocrática sino una decisión política que permite el despliegue eficaz de la acción pública y, con ello, el cumplimiento de los derechos sociales de toda la población. Es aquí donde se hace efectiva la universalidad, la gratuidad y la provisión de servicios públicos de calidad. Aquí también se logra una inversión óptima y eficiente, adecuada a las necesidades territoriales y no a las negociaciones y exigencias gestadas o intermediadas desde el centro político.
Frente a la irresponsabilidad de gobiernos clientelares de décadas pasadas, que hicieron de la cantonización un arma de la negociación y de componenda política, la Revolución Ciudadana ha hecho del territorio un pilar fundamental a la hora de prestar servicios y garantizar derechos. Por ello, debemos proseguir en esta línea de transformación radical del Estado en los próximos años. Consolidar el Estado desde los territorios nos permitirá entregar servicios públicos de calidad que atiendan al conjunto de las necesidades de la ciudadanía a lo largo de sus vidas; desde el desarrollo infantil integral, la salud, la educación inicial, la educación básica y secundaria. Generar las condiciones y oportunidades de trabajo adecuadas, asegurar y proteger la vida de distintas contingencias, garantizar una vida digna para los adultos mayores, son otros de los objetivos que perseguimos.
Esta lógica territorial también es adecuada para lograr la seguridad de la ciudadanía. No podremos combatir de manera efectiva y eficiente la delincuencia si la policía no cuenta con el equipamiento necesario y no existe la penetración y cercanía territorial necesaria, como antes sucedía. Las unidades de vigilancia y de policía comunitaria, afincadas en todos los distritos y circuitos del país, generarán los logros que la población demanda.
Esto es y será posible gracias a la importante inversión que hoy se ejecuta y que se profundizará
en infraestructura social, de seguridad y de justicia en todo el país.
Bajo los principios y objetivos políticos señalados, la descentralización −que es la transferencia
de competencias del gobierno central a los GAD− también ha sido y será un eje fundamental de la transformación territorial del Estado. La Constitución contempla la reorganización territorial del Estado y la puesta en marcha de un Sistema Nacional de Competencias articulado al de planificación y al nuevo esquema de descentralización. Dicho sistema está fundamentado en la transferencia obligatoria, progresiva y definitiva de competencias, cuyo objetivo  es generar equidad territorial aplicando los principios de subsidiariedad, solidaridad, coordinación, corresponsabilidad, complementariedad, sustentabilidad del desarrollo, participación y unidad del Estado. Contamos con una definición clara de cuáles son las competencias exclusivas de cada nivel de gobierno, lo cual ha permitido evitar la superposición de funciones y responsabilidades, que ha sido muy común en décadas pasadas. Esto ha permitido que la ciudadanía pueda demandar sus derechos al nivel de gobierno correspondiente.
También hemos arrancado un proceso progresivo de transferencia de competencias
y recursos, basado en las necesidades territoriales y en las capacidades reales de los gobiernos autónomos descentralizados. Ya quedó atrás la época en que los “caciques” locales hacían presión política para lograr ventajas.
Esta forma organizativa de la administración descentralizada debe profundizarse en el próximo período de gobierno. Así podremos superar las deficiencias en la distribución y redistribución de recursos, generar equidad y cohesión territorial, y fortalecer el proceso de democratización del Estado. Este modelo estatal no tiene relación con las consignas separatistas, sino por el contrario, busca la inclusión, la integración y la justicia en todas sus dimensiones.
La ejecución del Plan Nacional de Descentralización, aprobado por consenso entre todos los niveles de gobierno, dinamiza y ordena el proceso. Hacia futuro se deben impulsar las capacidades de los gobiernos autónomos descentralizados y garantizar que el ejercicio de sus competencias se encuentre a favor del ciudadano, el gran beneficiario de este proceso. Reconocemos al territorio en su diversidad, por eso impulsamos la creación de regímenes especiales de gobierno territorial, como los distritos metropolitanos, el régimen especial de Galápagos o las circunscripciones territoriales indígenas, afroecuatorianas y montubias. La Constitución de la República abre los caminos, estableciendo el procedimiento para que efectivamente se creen las circunscripciones territoriales, con su gobierno propio y con los recursos que les corresponda en el Presupuesto General del Estado. El marco normativo está listo, ahora la responsabilidad de hacer realidad este sueño está en las organizaciones indígenas, afroecuatorianas y montubias. Así construimos el Estado Plurinacional e Intercultural desde los territorios.
El proceso de democratización, desconcentración y descentralización del Estado debe marchar paralelo a la construcción de nuevas instituciones, redes sociales e instrumentos de evaluación y seguimiento de la política pública.
Es imprescindible monitorear la eficacia y la calidad de la acción pública. El desafío central será robustecer la capacidad de las instituciones públicas para evaluar y orientar de manera adecuada la inversión pública en los territorios, y al mismo tiempo dar seguimiento a un conjunto heterogéneo de políticas, a fin de construir formas de medición propias y novedosas sobre la acción pública, sus impactos y el avance del Buen Vivir de la ciudadanía. Sin un efectivo monitoreo de las intervenciones gubernamentales se cerrarían las opciones para que la acción pública provoque el cambio y la transformación social. Tienen que evitarse las tendencias inerciales y burocráticas en la gestión del aparato público.

El Estado democrático del Buen Vivir desde los territorios debe, finalmente, potenciar el uso de los instrumentos, mecanismos e instancias que fija la Constitución de la República para hacer de la construcción de la política pública un campo de articulación entre los esfuerzos gubernativos
y las demandas sociales. Los funcionarios deben dar paso a una comprensión de la acción pública como espacio en que electos, funcionarios, ciudadanos y colectivos cooperen, debatan, intercambien información y conocimiento a fin de que puedan tomar las decisiones más pertinentes y eficaces para evitar un estado de inercia estatal, que fue la característica de épocas anteriores. Fortalecer la sociedad
Cambiar la matriz productiva y democratizar al Estado no tendría sentido emancipador si no ponemos en primer plano al fortalecimiento de la sociedad. Esa es la finalidad de cualquier proceso de cambio genuino que se orienta desde una brújula socialista. Se trata de promover la construcción de una sociedad que profundice la calidad de la democracia y amplíe sus espacios de incidencia en condiciones de igualdad social y material. Debemos empoderar a la sociedad y no al mercado, como ocurrió en el neoliberalismo; ni al Estado, como fue en el “socialismo real”. La sociedad es el eje orientador del desenvolvimiento de las otras grandes instituciones sociales. Potenciar la sociedad es promover el desarrollo de las libertades y de las capacidades reflexivas, críticas y cooperativas de cada individuo, de cada pueblo y de cada colectivo. Esa capacidad exige que la ciudadanía tenga influencia en la discusión sobre el uso, la asignación y la distribución de los recursos tangibles e intangibles del país. Exige además que todos y cada uno estemos en condiciones de desarrollar nuestros talentos y facultades, de acuerdo con el proyecto de vida que va a procurarnos felicidad, dignidad, realización y plenitud.
El Estado debe eliminar las desigualdadesque producen dominación, opresión o subordinación entre las personas; debe crear escenarios que hagan viable el ejercicio activo de los derechos, la emancipación y la autorrealización. Deben profundizarse las posibilidades de mutuo reconocimiento, mediante el ejercicio de los principios de solidaridad, paridad y fraternidad.
Estos postulados proponen una ruptura radical con las visiones instrumentales y utilitarias  sobre el ser humano, la sociedad y las relaciones que tienen estos con la naturaleza. Estamos edificando una sociedad de individuos libres y solidarios, de hombres y mujeres con capacidad de forjarse un destino con una forma propia de ver el mundo. Vamos a lograr la autodeterminación desde lo social poniendo en el centro los procesos educativos y la producción abierta de conocimientos y bienes culturales. No existe libertad sin pensamiento crítico, propio y autónomo. La educación de calidad −igualitaria en derechos y respetuosa con las diversidades− es uno de los pilares fundamentales de la sociedad del Buen Vivir. Esta debe ser garantizada a todas las personas, sin ningún tipo de discriminación.
Tiene como objetivo la creación de hombres y mujeres libres y autónomas, a la vez que actúa
como claro instrumento de movilidad social. Más que acumular conocimientos debemos
ser capaces de adquirir y transmitir habilidades, capacidades y, sobretodo, aprender a aprender;
despertar en pequeños y mayores la curiosidad y voluntad de superación, y tener los instrumentos
cognitivos y materiales para que esto sea posible. Educamos y nos educamos en escuelas y universidades pero también en nuestras interacciones comunitarias cotidianas. La política, el ocio y la familia no resultan ajenas a los procesos formativos de cada uno de los habitantes.
Como apuntaron los pedagogos del pueblo, entre otros Paulo Freire, todos y todas podemos enseñar y aprender algo. Las ciudades, pueblos y comunidades deben ser entendidas como realidades educativas; debemos consolidar el espacio público para que así sea posible. Una ciudadanía educada construirá con menos dificultades un tejido social rico y autónomo respecto a los poderes del Estado; edificará institucionalidad de lo social para generar procesos de autogestión y cooperación en las relaciones sociales. Debemos trabajar para la creación de solidaridades y democracia desde las bases para posibilitar la cohesión social, la convivencia pacífica y la emancipación de cada uno. Los procesos de creación y difusión de conocimiento y bienes culturales tienen que ser abiertos y plurales, entendidos estos como actos colectivos. La ciencia y la tecnología, la cultura y el arte son producciones sociales (no individuales) ya que requieren de la puesta en común de saberes y talentos. No podemos aceptar la privatización de la ciencia y la cultura: esta no da cuenta del cerebro colectivo que hay detrás de estas producciones. Las patentes y los copyright suponen un freno al avance en estos campos y también a su democratización. A la vez encarnan en sí mismos la injusticia de la alienación de los saberes generados en sociedad. Nuestros cuerpos también son espacios de batalla. Queremos habitar un mundo donde deseos, afectos y sexualidades sean vividos desde la libertad personal y el respeto; donde las diversas formas de convivencia que cada uno escoge no encuentren discriminaciones ni prohibiciones. Ni el Estado, ni la iglesia, ni el mercado tienen que condicionar vivencias y prácticas del ámbito privado que se lleven a cabo libremente, ni por acción ni por omisión. El derecho a disfrutar una sexualidad plena implica la socialización de conocimientos en planificación familiar así como también de educación afectiva y sexual. Nuestras sociedades patriarcales se han construido sobre roles y estructuras sociales que han limitado el abanico de posibilidades a mujeres, pero también a hombres, transexuales y transgéneros. Y es hora de romperlas. Hombres y mujeres libres y críticos construirán comunidades autodeterminadas con fuertes instituciones sociales, con la consolidación de espacio público no estatal. Disfrutarán del placer de construir una vida autónoma sin más limitación que la vida autónoma del resto de ciudadanos y ciudadanas. Los poderes públicos deben garantizar el desarrollo de oportunidades, capacidades y talentos, y fomentar el respeto a la diversidad y a la pluralidad sin discriminación alguna. Pero los poderes públicos no deben dictar moral, formas o proyectos de vida. No deben mezclar religión y política. Dicha diferenciación es una condición ineludible para una sociedad de personas con autonomía moral, capacidad crítica y respeto de los otros. Nuestra experiencia nos ha dado la madurez para gobernar; ha sido un proceso con el que hemos aprendido, pero también hemos entregado aprendizajes. Esto nos distancia enormemente del pensamiento de las élites económicas y políticas, pero también nos diferencia de una izquierda teórica, sin experiencia y con poco apego social, frente al desafío de gobernar.
Los principios que guían nuestra acción colectiva tienen que cristalizarse en un conjunto de 

PROGRAMA DE GOBIERNO 2013 - 2017


"CINDY PATIÑO" <cindyjennifer@gmail.com>, "Cristian Heredia " <cheredia@transazuaya.com>, "Fabian Carrion" <fcdcmm@hotmail.com>, "GABI BRITO " <gabibrito7@hotmail.com>, "Galo Tenesaca " <galo-galo-uni-ccaa@hotmail.com>, "Henry Calle" <hejehoshua@hotmail.com>, "KATY SUQUITANA" <katty_soinger@hotmail.com>, "Roque Ordoñez" <abroquemartin@hotmail.com>, "SANDRA ORDOÑEZ" <sandris_70@hotmail.com>,
galo-galo-uni-ccaa@gmail.comalianzapaisbelgica@hotmail.bealianzapaisambato@hotmail.comalianzapaisambato@hotmail.comjovenesrevolucionariosbolivar@hotmail.comPROGRAMA
DE GOBIERNO
2013 - 2017
GOBERNAR PARA PROFUNDIZAR EL CAMBIO
para el Socialismodel Buen Vivir
Propuestas

Gobernar paraprofundizar el cambio La reinvención de la gesta independentista en su afán soberano y libertario, la recuperación del legado de Eloy Alfaro, las experiencias populares latinoamericanas que miran siempre desde el Sur y las transformaciones realizadas por el gobierno de la Revolución Ciudadana, hacen de este tiempo un momento propicio para profundizar en la búsqueda de mayor justicia social, solidaridad, democracia y soberanía. Las elecciones son una experiencia y oportunidad únicas para el debate y la deliberación democrática en las diversas regiones, provincias, ciudades, pueblos, comunidades en las cuales Alianza País no solo ha sometido a discusión sus principios y propuestas programáticas, sino que ha recogido las demandas del conjunto de la sociedad. El presente Programa de Gobierno es fruto de ese proceso participativo e inclusivo. Se trata de un documento que refleja la voluntad de una fuerza revolucionaria que recoge las aspiraciones de cada territorio, de cada movimiento social y del conjunto de ciudadanos y ciudadanas dispuestos a continuar transformando el Ecuador.
Cuando asumimos el gobierno en 2007 teníamos el desafío inmenso de poner en movimiento una sociedad hastiada de la política y sin proyecto de nación; de reactivar una economía paralizada por el peso del capital especulativo y el servicio entreguista a la deuda externa, y de transformar un Estado capturado por intereses particulares de toda índole y sin ninguna disposición por la defensa del bien común. Seis años más tarde podemos decir que hemos honrado la voluntad popular y hemos sido capaces de transformar la pluralidad de demandas sociales en un proyecto histórico de nación que se despliega por el impulso de un gobierno popular, de un Estado democrático y de una sociedad digna, con expectativas de futuro y capacidades para disputarlo en el presente.

Estamos construyendo el Ecuador del Buen Vivir, cuyo centro es el ser humano, la vida y la naturaleza. A partir de 2007, recuperamos y repotenciamos la planificación que fue totalmente relegada por el neoliberalismo que dejó una institucionalidad desmantelada. Hemos recuperado una institución con horizonte de futuro −la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo−, que programa la política pública y orienta la inversión en las áreas que más necesita la ciudadanía, tales como salud, educación, carreteras, vivienda, entre otros. La planificación evalúa de manera constante la consecución del programa gubernamental, para lo cual coordina la generación de información oportuna y de calidad. Nos adentramos en los territorios y sus particularidades para lograr una mayor eficacia; por ello es fundamental la planificación ycoordinación del Ejecutivo con los gobiernos autónomos descentralizados (consejos provinciales, municipios y juntas parroquiales). Ahora contamos con un sistema de planificación descentralizado y participativo, que evalúa las necesidades en los propios territorios, lo cual nos convierte en un modelo a seguir en la región.
El Plan Nacional para el Buen Vivir ha orientado nuestro quehacer en base a doce objetivos:
1) Auspiciar la igualdad, la cohesión y la integración social y territorial en la diversidad.
2) Mejorar las capacidades y potencialidades de la ciudadanía.
3) Mejorar la calidad de vida de la población.
4) Garantizar los derechos de la naturaleza y promover un ambiente sano y sustentable.
5) Garantizar la soberanía y la paz, e impulsar la inserción estratégica en el mundo y la integración
latinoamericana.
6) Garantizar el trabajo estable, justo y digno, en su diversidad de formas.
7) Construir y fortalecer espacios públicos interculturales y de encuentro común.
8) Afirmar y fortalecer la identidad nacional, las identidades diversas, la plurinacionalidad y
la interculturalidad.
9) Garantizar la vigencia de los derechos y la justicia.
10) Garantizar el acceso a la participación pública y política.
11) Establecer un sistema económico social, solidario y sostenible.
12) Construir un Estado Democrático para el Buen Vivir.
Planificación e inversión van de la mano.
Nunca más la inversión de los recursos de la ciudadanía responderá a presiones políticas o a intereses de las élites que despojaron al país. Los recursos públicos ya no alimentan las fortunas de las oligarquías. Ahora la inversión pública es un motor de la economía que se complementa con la inversión privada. Esta planificación de los recursos nos permite enfrentar en forma adecuada las recurrentes crisis económicas y financieras internacionales, y reduce nuestra dependencia externa.
Hemos tenido una participación activa en el concierto internacional y se ha promovido un nuevo orden mundial multipolar, más justo y democrático. La integración energética, defensa, infraestructura, investigación, ciencia y tecnología, han sido prioridades estratégicas de nuestro gobierno. Hemos contribuido al fortalecimiento de la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR), de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y a la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Hemos aportado significativamente al diseño de un nuevo orden monetario y financiero regional, que tiene como punto de partida la creación del Banco del Sur. Se ha creado el
Fondo Común de Reservas del Sur. El Sistema Único de Compensaciones Regionales (SUCRE)
es ya una realidad; entre 2010 y 2012 se han realizado transferencias por aproximadamente
US$ 851 millones. Impulsamos un sistema de comercio e inversiónsustentado en la justicia y la solidaridad, que genera mecanismos de control a las corporaciones multinacionales. Rechazamos
frontalmente que controversias con empresas privadas extranjeras se conviertan en conflictos entre Estados. La Corte Constitucional declaró inconstitucionales a 11 Tratados Bilaterales de Inversión (TBI) que son instrumentos de lastransnacionales para saquear al país por medio de obscuros procesos de arbitraje internacional. Renegociamos de manera soberana la deuda externa, aquel oprobioso mecanismo de dominación hacia los pueblos del Sur. Por primera vez en la historia, no solamente del Ecuador, sino del mundo entero, un gobierno impulsó un proceso de auditoría pública de la deuda externa y declaró ilegítimos e inmorales algunos de sus tramos. Mientras en gobiernos anteriores lo fundamental era el servicio de la deuda externa, en nuestro gobierno la vida está sobre la deuda y por ello la inversión social ha triplicado el servicio a la deuda externa. En 2006, por cada dólar invertido en el sector social, se destinaban
US$ 1,8 al pago de la deuda. En 2011, pagamos por deuda externa 33 centavos por cada dólar invertido en la población. En todo momento hemos apoyado y protegido a nuestros hermanos migrantes, pues somos partidarios de la libre circulación de personas y de la ciudadanía universal. Rechazamos las políticas migratorias de aquellos países del norte que defienden la libre circulación de las mercancías y del capital y crean muros entre los seres humanos.
Somos un pueblo de paz. Con la recuperación de la base militar estadounidense en
Manta, ejercimos nuestra soberanía en todo el territorio del país. Nunca más tendremos bases
militares extranjeras en territorio ecuatoriano. Así como fuimos firmes para defender nuestra soberanía, no permitimos que el Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) nos entreguen recetas para obligarnos a cumplir condiciones. Nuestro proyecto económico lo hemos decidido soberanamente los y las ecuatorianas con un gobierno popular con profunda convicción democrática y voluntad de transformación estructural de las relaciones económicas, políticas y sociales. Dicha voluntad de cambio ha implicado que la confrontación con los poderes fácticos, dentro y fuera del país, no haya cesado ni un solo día desde que accedimos al ejercicio del gobierno en 2007. Hemos enfrentado democráticamente esos ataques, pues creemos que no puede haber democracia sin una separación entre el poder político derivado de la voluntad popular y el poder de las élites económicas. No vamos a permitir que los intereses económicos
 chantajeen al poder político o que los gobiernos sean tan solo siervos de intereses privados.
Asumimos la batalla por la palabra, por los sentidos, por las libertades de hombres y mujeres,
que buscan ampliar en el presente las opciones históricas para la construcción del Socialismo del Buen Vivir en el Ecuador. Hemos enfrentado a los grandes monopolios que negocian con la información, que han reducido la libertad de expresión a libertad de empresa. Profunda contradicción ética. La libertad de expresión restringida a la manipulación de unos cuantos monopolios privados que proveen un bien público indispensable para la sociedad: la información y la comunicación que les otorga un poder tan grande como ilegítimo. Esta contradicción ha producido la privatización de la opinión pública y el uso del poder informativo para convertirse en actores políticos ilegítimos en nuestras democracias. Al defender los intereses de estos grandes medios no se está defendiendo la libertad de expresión ni los derechos humanos, sino tan solo, y como siempre, los privilegios del gran capital. En general, la práctica común fue siempre crear un grupo económico y usar los medios, no para informar, sino para defender sus intereses. Por ello, en un proceso absolutamente democrático, en la Consulta Popular del 7 de Mayo de 2011, el pueblo ecuatoriano decidió con su voto disponer la separación entre la actividad mediática y otras actividades económicas. Hemos avanzado en esa batalla pero aún nos faltan pasos gigantes para la plena democratización del campo comunicacional. Llegar al gobierno no implica detentar el poder, apenas abre la ocasión para disputarlo. No nos ha temblado la mano para luchar contra los poderes económicos El principal agente del capitalismo neoliberal, el capital financiero- bancario, vio largamente reducida su capacidad de influencia política en las grandes decisiones gubernamentales. Sus intereses fueron apartados del núcleo central de la agenda pública mediante la renegociación de la deuda externa, una activa política de regulación bancaria y el fin de la autonomía de una banca central históricamente rendida a los pies de los intereses especulativos. Incautamos, además, los bienes de aquellos banqueros que dejaron al país en la ruina, llevándose el dinero de miles y miles de depositantes. Ahora el capital financiero se somete a rigurosos mecanismos de control y regulación, pues nunca más permitiremos un nuevo salvataje bancario como el de 1999. Repatriamos nuestro dinero. Con la revolución financiera, más US$ 1.000 millones depositados en el exterior volvieron a nuestro país. A la vez, capitalizamos la banca pública: entre 2007 y 2011 han sido otorgados créditos por aproximadamente US$ 6.400 millones. La banca pública es un instrumento fundamental para la transformación productiva del país.
La disputa contra los poderes fáctico supuso también desplazar de los centros del poder político a las representaciones gremiales de empresarios rentistas cuyo único proyecto era blindar sus intereses con el manto estatal. De esta manera se eliminó la representación de diversas fracciones del capital privado en todo consejo de políticas públicas en el que tuvieran voz y voto a nivel estatal y, por tanto, se redujo su influjo en la determinación de la agenda pública. En el marco de esta lucha de poder, impulsamos una relación equilibrada entre sociedad,
Estado y mercado. No nos sometimos al “dios mercado”, sacramentado por nuestros opositores,
por la gran banca y la burguesía en un escenario donde se profundiza una de las más
graves crisis económicas de los países del Norteen los dos últimos siglos.
Ahora tenemos un Estado con capacidad de poner condiciones y no subordinarse a los intereses
del capital, de las transnacionales o de la banca multilateral. Así como la Revolución
Liberal Alfarista tuvo como uno de sus principales objetivos construir un Estado laico, la Revolución Ciudadana ha tenido como objetivo separar al Estado de los poderes económicos
fácticos y estructurar un proyecto de nación al servicio de los intereses generales. Esto no
implica pretender la desaparición de las fuerzas del mercado, como defiende cierto discurso
seudo radical, pero sí someterlas al bien común, expresado en la capacidad del Estado
para procesar las demandas populares. Una señal de la recuperación de la autonomía del Estado y de la separación entre gobierno democrático y poderes privados ha sido la aprobación de la Ley de Regulación y Control del Poder de Mercado. Con esta ley se empieza a poner fin al poder monopólico que históricamente ha ostentado los capitales en Ecuador, al explotar a pequeños y medianos productores e incluso al avasallar a los propios ciudadanos como consumidores.
Hemos recuperado los sectores estratégicos: los hidrocarburos, la energía y el agua ya no
podrán ser privatizados para enriquecer a unos pocos y servir a intereses ajenos a los del pueblo
ecuatoriano. La nueva legislación somete a las transnacionales petroleras y energéticas a contratos de prestación de servicios en los que los recursos no renovables son propiedad del
conjunto de los ecuatorianos representados por el Estado. Con la renegociación de contratos
petroleros, el Ecuador recibió US$ 2,100 millonesadicionales. Dicho dinero ha sido invertido
para el Buen Vivir de todos los ecuatorianos y ecuatorianas. La inversión privada comprometida por nuevos contratos petroleros es de más de US$ 3 mil millones. Se ha iniciado el proyecto de inversión más importante de la historia del país: la Refinería del Pacífico que nos permitirá ahorrar US$ 3 mil millones por año en importaciones derivadas del petróleo. Al mismo tiempo, con la iniciativa Yasuní-ITT (Parque Nacional Yasuní-Ishpingo, Tambococha y Tiputini), el Ecuador es pionero en el mundo por la propuesta más innovadora de emisiones netas evitadas. Al mantener el petróleo bajo tierra se impedirá la emisión de 407 millones de toneladas de dióxido de carbono, reduciendo los efectos negativos del cambio climático, a cambio de la corresponsabilidad de la comunidad internacional. Llevamos seis años impulsando la iniciativa y seguiremos disputando su
definitiva realización. Impulsamos la minería responsable y sostenible. El 52% de los recursos de las rentas mineras son para el Estado; es decir, para los y las ecuatorianas: la mayor renta minera en el mundo. En 2012 iniciamos la inversión social en las zonas de influencia de los proyectos estratégicos con US$ 300 millones. Ahora los recursos estratégicos permiten que la gente viva mejor en sus propios territorios. Con una inversión de US$ 5 mil millones, estamos construyendo 8 proyectos hidroeléctricos que nos permitirán alcanzar la soberanía energética, contar con energía limpia a bajo costo y exportar electricidad. Se terminó con los negociados de los grupos oligárquicos que generaban energía térmica con sus propias plantas contaminantes para venderla al Estado. Al dejar de usar diesel para producir energía ahorramos US$ 50 millones por año. En 2012, el 65% de la energía eléctrica que consumimos proviene de fuentes hídricas, mientras que en 2006 este porcentaje era apenas del 46%. Con este conjunto de políticas soberanas, mientras la crisis capitalista arrecia en el norte rico del planeta, el Ecuador exhibe unas robustas cifras económicas que combinan una tasa de crecimiento del 7.8% en 2011, una de las tasas de desempleo urbano más bajas de los últimos años —la más baja de la región (4,6%)— y la continuidad de las políticas distributivas con reducción de la pobreza y la desigualdad social. En efecto, estas medidas han dado paso a algo fundamental para un proyecto de izquierda: redistribuir la riqueza y avanzar hacia la justicia social. En sociedades estructuralmente inequitativas como la ecuatoriana, no se puede pensar en un proceso de ampliación de las oportunidades sociales sin afectar la desigualdad. Por consiguiente hemos dado prioridad a la redistribución del ingreso y de la riqueza socialmente generada. La desigualdad por ingresos medida por el coeficiente de Gini ha caído en 7 puntos desde que asumimos el gobierno. Mientras en 2006, el 10% más rico percibía 28 veces más ingresos que el 10% más pobre, en 2011 esta brecha se redujo en 10 veces. De modo simultáneo, redujimos la pobreza por ingreso en 12 puntos entre 2006 y 2012. Por primera vez en la historia del país la pobreza extrema por ingresos llegó a un dígito (9%) en junio de 2012. Todo ello ha sido posible gracias al cambio de prioridades: la renegociación soberana de la deuda externa que priorizó la inversión social, la recuperación de los recursos naturales para los ecuatorianos y las ecuatorianas, y una política tributaria que hace realidad el principio de que quienes más tienen deben ser quienes más contribuyan - entre 2006 y 2011 logramos duplicar la recaudación sin crear nuevos impuestos. El dinamismo de la economía y el combate a la desigualdad no se sostienen en la precarización del trabajo como fue lo usual en tiempos neoliberales. La lucha por condiciones laborales dignas ha ocupado un lugar preferente para la Revolución Ciudadana porque el trabajo, a más de ser una fuente de bienestar, de generación de riqueza y de realizaciones, es el principal mecanismo de integración social y de articulación entre la esfera social y la económica. En respuesta a las demandas sociales represadas desde hace una década, la Revolución Ciudadana eliminó la tercerización laboral, incrementó la cobertura de la seguridad social (de 25,7% en 2007 a 37,9% en 2011 de la población económicamente activa; y de 41,3% a 61,7% en ocupados plenos), impulsó la formalización y protección del trabajo de las empleadas domésticas, e incrementó el salario mínimo mensualizado de US$ 187 en diciembre de 2006 a US$ 341 en septiembre de 2012. El trabajo es más importante que el capital. El Gobierno de la Revolución Ciudadana hizo efectivo el mandato popular de tipificar como delito la no afiliación al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) de los trabajadores en relación de dependencia. También se ha dado cabal cumplimiento al principio constitucional que establece el salario digno. Ningún empresario puede cobrar utilidades sin que antes sus trabajadores reciban un salario que permita a su familia cubrir la canasta básica. Los maestros, servidores de la salud, policías y militares recibían antes sueldos de miseria. El Gobierno Nacional aumentó sus salarios y mejoró sus condiciones laborales. El Estado hace efectivo el ejercicio de los derechos a la educación, a la salud y a la seguridad. Todo ello aparece como señal contundente de que el proceso de cambio iniciado ha dado primacía al trabajo sobre el capital y ha modificado la lógica que hizo del Estado una herramienta de las clases dominantes. La revolución educativa es ya una realidad. Hemos incrementado el acceso a la educación en todos sus niveles. El acceso gratuito a la educación superior ha permitido que las personas más pobres, los pueblos indígenas y los afroecuatorianos dupliquen su porcentaje de matrícula en las universidades. Hemos impulsado el programa de becas más ambicioso de la historia con más de 5.000 becas para que nuestros jóvenes puedan estudiar en universidades extranjeras. Los 7 gobiernos anteriores juntos apenas entregaron 300 becas. Premiamos la excelencia. Los estudiantes con mayores calificaciones pueden escoger a las mejores universidades del mundo, y son financiados por el gobierno nacional. Evaluamos a las universidades y tuvimos que cerrar 14 de ellas que constituían una estafa académica a las y los jóvenes del país. Lohicimos con responsabilidad y aplicamos un plan de contingencia para que los estudiantes estafados puedan reconducir sus carreras universitarias en mejores condiciones. Hemos liberado a la educación, secuestrada durante años por el MPD, que la usó como fuente de poder y la mantuvo en la mediocridad, la violencia y la desidia. Hemos creado nuevas partidas docentes. Ahora los profesores acceden a la cátedra por concurso de merecimientos y son evaluados periódicamente. Se ha implementado el nuevo currículum para el bachillerato nacional unificado. Estamos construyendo un sistema educativo de calidad, con maestros bien remunerados, una educación basada en la evaluación, en el mérito, con infraestructura adecuada, laboratorios y certificaciones
internacionales. La Revolución Ciudadana ha caminado hacia la despolitización y desmercantilización del sistema de justicia. La Consulta Popular del 7 de mayo de 2011 significó un gran paso para romper con el antiguo sistema de administración de justicia que se caracterizaba por los altos niveles de ineficiencia de sus operadores, así como también por la proliferación de múltiples casos de corrupción de abogados, jueces, servidores administrativos y fuerzas policiales. Derivado de la demanda ciudadana, se llevó adelante el proceso de transformación del sistema con la creación de un Consejo de la Judicatura de Transición. Se fortaleció la institucionalidad de la administración de justicia para contar con suficientes operadores, judicaturas acordes con las necesidades de la población, nuevos espacios físicos modernos y con tecnologías de punta, complementados con una capacitación orientada a un nuevo modelo de gestión que optimizará el tiempo de los trámites. Se eliminaron prácticas clientelares para la designación de operadores de justicia, en lo relacionado con el ingreso, la evaluación, la promoción, el ascenso, la cesación y la remoción de los funcionarios judiciales. Fueron construidos espacios de diálogo interinstitucionales para generar una articulación en la acción de las instituciones de justicia con los otros poderes del Estado. Y se concretaron proyectos de Ley sobre delitos flagrantes y tránsito, género, justicia de paz y ambiente, entre otros. Se han invertido ingentes recursos económicos, logísticos y educativos destinados a recuperar la capacidad operativa de las fuerzas de seguridad, con la finalidad de tener un mejor nivel de respuesta a las demandas de la ciudadanía y establecer cambios revolucionarios en el manejo y la atención a la seguridad desde una perspectiva integral. Para la Revolución Ciudadana el territorio es fundamental. Nuestro gobierno ha impulsado, como ningún otro, el fortalecimiento de los gobiernos autónomos descentralizados, para enfrentar las desigualdades territoriales existentes. Durante estos seis años jamás se retrasaron las asignaciones a los gobiernos provinciales,municipales y parroquiales. Trabajamos por la descentralización efectiva, acompañada de la desconcentración de la función ejecutiva en los territorios, con el fin de acercar la acción pública a la ciudadanía y de generar un Estado policéntrico y sólido a la vez. En estos seis años, hemos generado una nueva visión que potencia la relación entre cultura y naturaleza, que nos reafirma en nuestra identidad, que reconoce al patrimonio como una herencia que se produce dentro del Estado plurinacional. Esto se ha traducido en el reconocimiento de los derechos de la naturaleza y en políticas públicas para ampliar las áreas protegidas, la protección de los ecosistemas y de las culturas. En el período de gobierno de la Revolución Ciudadana el Ecuador ingresó a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). Fruto de ello, ahora el territorio marítimo representa el 84% del territorio nacional, convirtiéndose en una ventana de oportunidades para el enriquecimiento, no sólo de los 4.1 millones de ecuatorianas y ecuatorianos residentes en la franja costera, sino del conjunto de nuestros pueblos. Los logros de la Revolución Ciudadana son, en suma, contundentes: el rescate de lo público y la reconstrucción de un Estado que había sido desmantelado por el neoliberalismo salvaje y la indiferencia de la burguesía. El impulso de una política nacionalista y soberana para reapropiarnos de nuestros recursos estratégicos y sortear los diversos bloqueos de la geopolítica global. La decisión histórica de liberarnos del peso de la deuda externa como instrumento imperial de chantaje, dominación y extorsión económica. La construcción de una obra pública inmensa, de grandes inversiones sociales para el bien común y la construcción de una sociedad más justa y solidaria. La promulgación de una carta constitucional que nos permite superar el neoliberalismo, ampliar los derechos ciudadanos y protegernos de la dominación del capital financiero-especulativo. Todos estos logros han sido avances mayúsculos para la construcción del Socialismo del Buen Vivir en el Ecuador. No es casualidad, entonces, que la sociedad haya recuperado la confianza perdida en la acción política y en las instituciones democráticas del país. Sin dicha confianza popular hubiera sido imposible gobernar de modo eficiente y activo en medio de la resistencia enconada y violenta de los sectores retardatarios. El 30 de septiembre de 2010 —el día más triste de este proceso esperanzador— se puso a prueba la consistencia y la legitimidad de las instituciones democráticas ante el desaforado intento de obscuras fuerzas que buscaban volver al pasado de la patria de pocos. La voluntad del pueblo ecuatoriano logró vencer a las balas y detuvo a los sectores antidemocráticos. Sin el reconocimiento de la legitimidad del Gobierno de la Revolución Ciudadana y sin la movilización popular no habría sido posible vencer el intento golpista. En el pasado, el pueblo salió a las calles para destituir a gobiernos sin arraigo ni anclaje popular. El 30 de septiembre el pueblo salió a las calles a defender el cambio y la democracia. Esa fue la señal definitiva de una sociedad que recupera la confianza en la democracia, en las instituciones políticas y en la conducción de un proyecto nacional que apunta a sostener el bien común.
Todo lo realizado, sin embargo, no es aún suficiente para romper la hegemonía del mercado capitalista que ha imperado en Ecuador, ni tampoco para cerrar las brechas sociales aún flagrantes. Transformar la base productiva del país y profundizar en la distribución de los medios de producción siguen siendo retos políticos para un gobierno de cambio. No podemos, sin embargo, subestimar la potencia democrática de los pasos realizados. El núcleo central de la agenda política que planteó la Revolución Ciudadana en 2006 ha direccionado con vigor las políticas públicas y la acción estatal en estos seis años. La legitimidad democrática y el respaldo popular al proceso son producto de la coherencia política y programática de un gobierno popular comprometido con el cambio. Se trata de una señal clara de la orientación global del proceso. Ello no es un dato menor en el marco de posturas que se conforman con encontrar “lo bueno” del capitalismo y de veleidades radicales que plantean falsas ilusiones que no son viables social ni políticamente. Somos conscientes de que quedan todavía muchos e importantes desafíos pendientes. Un proceso de transformación político, social, económico y cultural requiere de una estructura de gobierno estable y eficiente que garantice, en el tiempo, las condiciones de poder para proseguir en la disputa del cambio. El enorme acumulado histórico de demandas populares sin resolver difícilmente puede procesarse en un ciclo de gobierno. Hemos avanzado. Pero las urgencias y las necesidades populares deben continuar siendo procesadas por un gobierno en disposición de hacerlas efectivas. Para continuar en la trayectoria del cambio revolucionario en democracia requerimos, entonces, asegurar las condiciones políticas que permitan la continuidad de un gobierno de y para las grandes mayorías. En este sentido, este Programa de Gobierno convoca a la sociedad a dar continuidad al gobierno de la Revolución Ciudadana. En el momento político que se abre con las elecciones de 2013 requerimos de todo el apoyo popular para innovar, radicalizar y profundizar en el cumplimiento y resolución de las demandas sociales. Se trata de continuar gobernando y gobernar innovando; de gobernar para profundizar el cambio.
Por todo ello, concebimos este Programa de Gobierno como un conjunto de principios, objetivos y propuestas políticas que permitan la más amplia articulación social y política con todas aquellas voluntades que aspiren hacer del Ecuador una Patria Altiva y Soberana. El presente texto contempla un extenso abanico de propuestas y líneas de acción para los próximos cuatro años, una verdadera agenda de la Revolución Ciudadana a implementar por parte del Gobierno y de la Asamblea Nacional. Para el cumplimiento del Programa de Gobierno será imprescindible contar con la participación de organizaciones, colectivos, movimientos y de la ciudadanía en general. La existencia de una población viva, activa y crítica es condición de necesidad y posibilidad para continuar en la búsqueda del ambicioso reto que dibujamos en Montecristi y ratificamos, hoy, con este programa político. Estamos convencidos de que las transformaciones emancipadoras que nos propusimos en 2007 no podrán conseguirse con el simple accionar de los poderes. Tenemos que ir más lejos. Necesitamos incluir a nuevos actores sociales que se junten al esfuerzo transformador de la Revolución Ciudadana. Hemos demostrado con acciones concretas nuestra voluntad de cambio estructural de las raíces de la injusticia, la discriminación y la explotación de mayorías ciudadanas. La lucha por la profundización del cambio requiere de un claro liderazgo político, de una responsable y fuerte militancia con capacidad crítica para afianzar el proyecto de transformación y del fortalecimiento de estructuras organizativas de diverso tipo en todo el territorio nacional. Este es el momento, este es el lugar para unirnos, para juntar sueños, fuerzas y esperanzas en una apuesta política para conquistar nuestra segunda y definitiva independencia, para lograr proyectarnos hacia el futuro, para hacer de este Ecuador una Patria inmensa en donde el trabajo, la justicia, la libertad, y la solidaridad nos identifiquen como un pueblo digno, democrático y soberano.